December 20, 2004

FELICIDADES

A las 17.50 de hoy, alguien que se conectó a través de Telefonica del Peru se convirtió en el lector 2000 de esta humilde página. Qué cosa, ¿no?

December 12, 2004

Beatriz Sarlo reflexiona en Clarín sobre algunos problemitas como la educación, la lectura y otros temas. Muchas cosas ya se han escuchado pero sirve el resumen.

Abismos que abre la Lengua

Se realizó en Rosario, hace algunas semanas, el Congreso de la Lengua. Dicen que la ciudad quedó muy mejorada, porque la visita de los Reyes de España y otras celebridades provocó una especie de lifting urbano. Nos enteramos también que Sabato siempre había soñado con tener una camiseta de Rosario Central y que el Congreso fue ocasión para que se le cumpliera el sueño. Se trata de un deseo bastante simpático, lejos de las acostumbradas lecciones a la juventud o de las advertencias más tremebundas. Los diarios transcribieron fragmentos de los discursos pronunciados en las sesiones. En fin, cada uno cumplió con su papel, lo cual ya es bastante porque los primeros pasos de la organización del Congreso hacían temer desenlaces peores. ¿Todo bien, entonces? Yo diría que no.
La Argentina es un país donde, en las últimas décadas, descendió la lectura de diarios y revistas; y donde un chico puede pasar un año en la escuela sin leer un libro completo (y me pregunto también qué libros completos leen muchos de sus maestros). El porvenir de la lengua está todavía unido a la escritura. Todos los demás sistemas de comunicación, en algún punto, remiten a la escritura y a la capacidad de descifrarla. A lo largo de los siglos, sólo las lenguas que se convirtieron en lenguas escritas, que lograron ser leídas y no sólo habladas, se consolidaron como instrumentos poderosos. En la Argentina, un verdadero abismo separa a quienes se manejan con destreza en la escritura y quienes derivan por las orillas de la semi-alfabetización. Esa fractura entre verdaderas clases socioculturales es más profunda hoy que hace tres o cuatro décadas.
Hoy, no tenemos ninguna seguridad de que un chico aprenda bien a leer y a escribir. La escuela no garantiza ese aprendizaje porque pertenece a una sociedad que tampoco está en condiciones de garantizarlo. Mientras que en muchos países del mundo existe la preocupación de juntar a chicos pobres y ricos en la misma escuela para evitar las desigualdades, en Argentina las consecuencias de la crisis acentuaron, como en demasiados aspectos, una separación entre pobres, sectores medios y ricos. Hay escuelas de acuerdo con cada nivel socio-económico, que se imponen como un destino.
El país tiene guetos culturales y esto echa por tierra cualquier ilusión de democracia en la sociedad. No hay igualdad posible, si las instituciones (y la escuela es fundamental en este aspecto) no compensan las desigualdades de origen. Lo que la escuela no ocupa, es ocupado por los medios de comunicación audiovisual sin contrapeso.
Lejos de las ilusiones de la Argentina moderna, es decir de la Argentina de la primera mitad del siglo XX, la Argentina de los primeros años del XXI se quiebra a lo largo de líneas definidas por el acceso a todos los bienes, entre ellos, la cultura. Y, en el centro de la cultura, como su corazón y su impulso, está la lengua. El balance de medio siglo deja poco para celebrar. La injusticia cultural y educativa ataca primero a los más débiles (por ejemplo, a los chicos que no comen, que viven en la calle, que han perdido toda idea de futuro), pero también carcome el fallido bienestar de quienes pertenecen a sectores que piensan haberse salvado de lo peor de la crisis.
En este sentido, la crisis no pasó, porque sus consecuencias se han consolidado, han trazado límites precisos y, a lo largo de esas separaciones visibles y tangibles están los que pueden pensar que su futuro no va a ser igual que su presente, y aquellos cuyo futuro, quizá, sea peor que su presente. No habría que quedarse tranquilos, dado que vivimos en este paisaje habitado por ciudadanos impedidos. Lengua, escritura, razonamiento intelectual, capacidad de ciudadanía, posibilidad de reclamar y buscar una representación: esta secuencia no es una suma de palabras sino una cadena que puede enredar a centenares de miles si sus eslabones están cortados. De la lengua a la política, de la lengua a la justicia, de la lengua a los derechos culturales: no es posible pensar las cosas de otro modo.

El Ruta y Tom Jones

La revista española Ruta 66 es una fuente inagotable... de mierda, en muchos casos, alabando grupos totalmente prescindibles (por no decir malos) o recomendando fervorosamente la obra de artistas que no los conoce ni su madre. Pero más allá de rencores cada número esconde dos o tres notas que realmente valen la pena, reportajes bien formulados a íconos de la malogradacultura rock, biografías de artistas y bandas bastante minuciosas, críticas de discos, conciertos, etc.
Lo primero que me atrajo de ella fueron los contenidos de sus artículos –The Cramps, Rock Books, Sam Peckinpah, Shaft, The Stooges, guía de disquerías de News York – y después lo mucho que sabían y cómo escribían esos tipos. Era muy difícil que no te dejaran con ganas de ver esas películas de 1954 clase B, escuchar esos ignotos grupos que aparecían en sus páginas o conseguir determinado disco de... Roxy Music. El humor, la ironía, el fanatismo y cierta dosis de inocencia, cinismo y desilusión llenaban la revista.
Y esa prosa que por momentos los colocaba en el cielo de la precisión sintáctica y estílistica. Para demostrar eso vaya una crítica a la actuación de Tom Jones en Barcelona, escrita por Jaime Gonzalo, uno de los directores de la misma. Veneno y genialidad.


Son tales los estragos infligidos por el climaterio y la cirugía plástica que en una rueda de reconocimiento su madre tendría serias dudas para identificarlo. Sin embargo 15.000 espectadores no pueden estar equivocados. Ese aerófago hinchazón de carne magra embutido en un traje oscuro de dudoso corte y talla insuficiente debe de ser Tom Jones. Visto el furor colectivo que desata su sola y rechoncha presencia, ha de serlo por narices. La basca petrasca, aturullada tras el bombardeo de “Sex Bomb” que estos últimos meses le ha caído encima, viene expresamente dispuesta a reconocer en las reconstruídas ruinas de hoy el desmoronado esplendor de ayer. En misión de turismo histórico, un público variopinto – carrozas de distintos siglos y chiquillería surtida, pijerío y clase obrera, fanáticos y casuales – redescubre o descubre la versión Isla Fantasía de Elvis Presley, ícono de la virilidad entre antiguas generaciones de amas de casa insatisfechas, pese a la ortopédica actualidad de su redivida carrera fósil preservado en la resina de la memoria, y en el caso de muchos de los presentes perdido en ella hasta hace dos días. Evidentemente, Jones ya no está para trotes y del apolíneo erotismo de currante refinado que rezumaba antaño sólo restan guiños residuales de obscenidad rebajada y algarrobera, que dispensa al ferviente público como quien arroja cacahuetes de consolación a los babuinos del zoo. Basta imaginárselo desnudo para comprender lo grotesco de la situación, pero este bolo lo lleva vendido de antemano. De haber tenido que abonar 5.000 calandrías, yo también sería capaz de correrme y pasar por alto ese prodigioso acto de ventriloquia por el que el viejo Tom canta ante nosotros, mientras su mente, y seguramente su alma también, se halla a remota distancia. Redimido sólo por la automatizada profesionalidad del sudorífero divo, el espectáculo transcurre por los burocráticos cauces de un trámite más o menos lujoso. Una banda inmaculadamente anónima y unos coros de campanillas arropan todo lo que queda en realidad de Jones, esa voz olímpica que, rutinaria, finge la existencia de vida allí donde sólo reside una profunda, estoica fatiga. Entretenedor familiar en viaje de negocios, el maestro del disfraz consideró oportuno despedirse repitiendo “Sex Bomb”, sabedor de que tres cuartas partes del aforo venía a por la sobredosis. Fue un polvo de pago, pero muchos se largaron convencidos de que había sido por amor

December 10, 2004

Mis canciones de la semana

por Jo(r)ge
Sorry somehow HUSKER DU
Non – addictive marijuana SUPERSUCKERS
Please don´t touch MOTORHEAD & GIRLSCHOOL
I get along THE LIBERTINES
Julie´s working for the drug squad THE CLASH
Let it grow ERIC CLAPTON
Friends of mine ADAM GREEN
You know my name THE BEATLES
Winter song SCREAMING TREES
Ready for love/After lights MOTT THE HOOPLE